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CATALINA CAPÍTULO III

"Paraíso de atardecer anaranjado, cuando él la tocaba y sentía el acero de sus cadenas, rozándole la humedad de su sexo; ascensión al cielo en caballitos alados, mientras ella, danzaba sobre él, y sus manos laboriosas, subían y bajaban, como una serpiente que reprimía su veneno hasta el último momento; cuando él a punto de estallar, sentía los dedos índice y pulgar, presionar la vena del cuello, que le transportaba al agujero más oscuro, para resucitarlo en la tibieza de su cuerpo".



Desde la agresión a Catalina, las zonas de seguridad, estaban más vigiladas, especialmente la multitudinaria zona de baños, a primeras horas de la mañana; aunque en una institución con tantos vacíos legales, era previsible que nunca llegara a aclararse, porqué los responsables de vigilar la seguridad de unas internas, en una hora punta; avisaran del incidente, veinte minutos después de ocurrir los hechos, y cuando Catalina ya estaba semiinconsciente en el suelo, y no lo hicieran en cuanto empezó la reyerta; el resultado fue una semana de aislamiento, para cinco de las internas, incluída la propia agredida; pero las dos funcionarias que vigilaban aquella mañana, se fueron de rositas, sin una sóla mancha en su expediente.

 Para Carlos, el ajetro sexual comenzó cuando conoció a Catalina, antes de venir ella, nunca había entrado en una celda por las noches, ni había participado en las juergas que algunos de sus compañeros se traían con las presas; al fin y al cabo, él, que llevaba varios años trabajando en el mismo módulo, sabía perfectamente que la actividad de todas aquellas mujeres, se reducía básicamente a inactividad casi absoluta, se pasaban la mayor parte del tiempo en el patio o en sus celdas, y bien sabía él que eso de que podían salir de allí con estudios o con una carrera terminada, era pura ficción de película americana, y que lo único que podían aprender las presas era a ser sumisas, callar y obedecer; así que las relaciones que pudieran tener o no tener con sus compañeros, y que por otro lado siempre fueron consentidas, no le hacían a él echarse las manos a la cabeza, y si era a cambio de favores o no, no era asunto suyo; en cambio si odiaba con behemencia a las talibanas, para él eran un grupo extremista, la mayoría lesbianas, que cortaban el aire a su paso, imponiendo disciplina con aires de fascismo resucitado; las culpaba del cambio que había notado en Catalina, que trataban a las internas, como meros números de un fichero, y evitaban mirarlas directamente a los ojos; también había rumores de que una de ellas había acosado sexualmente, en reiteradas ocasiones a una interna y ante su negativa le había hecho la vida imposible.

 Ahora sus encuentros sexuales se reducían a una de las salas bis, siempre en su turno y altas horas de la madrugada; durante el día , la veía caminar de un lado a otro como una autómata, había perdido el brillo de su mirada, y hasta los circulitos que se dibujaban en su iris, habían desaparecido; y en las noches lo envolvía en una especie de magia, orquestada sólo por ella, en cada encuentro se topaba con un estereotipo de mujer diferente cada vez, con el que nunca sabía a que atenerse, pero que lo regresaba a ella irremediablemente, y había creado en él una adicción cada vez más intensa; a veces la odiaba y quería verla muerta, por haberlo apartado de su familia y de la vida que tenía; pero cuando intentaba alejarse, una fuerza superior lo llevaba de nuevo hacia ella.

 Fue en una de esas noches furtivas, cuando se desencadenó todo; y por primera vez en mucho tiempo, reconoció a la catalina de los primeros tiempos, que lo volvia loco; llevaba puesto unos vaqueros muy desgastados, y una camiseta larga que le llegaba casi hasta las rodillas, el pelo atado en una coleta alta, le otorgaba un aire aniñado e ingenuo, ella se quedó mirándolo fijamente, y luego se sentó con las piernas cruzadas, en la única silla que había en la estancia, le pidió un cigarrillo y se mantuvo en silencio, hasta que eshaló la última bocanada, después aplastó con firmeza la colilla en el cenicero de cristal, y comenzó a deambular de un lado a otro de la habitación; él sentado en la cama, la miraba estupefacto sin saber por donde iba a salir. -"el juego se ha terminado, me largo de aquí, y tú vas a ayudarme". le espetó de repente. Carlos se levanto de la esquina de la cama, donde estaba sentado, y la miró incrédulo, pero supo que no bromeaba. Dentro de un mes, tenía su primer fin de semana de permiso; él lo había dispuesto todo para que lo pasaran en un discreto hotelito, muy alejado de la ciudad, y esperaba que ella se animara y volviera a ser la de antes, pero al parecer ya tenía otros planes.
La escuchó durante media hora, en que ella no paró de hablar y le exponía con todo lujo de detalles como quería que organizase su huída; cuando acabó su discurso él quiso convercerla de lo descabellada que era la idea, pero sabía que era inútil; y en lugar de eso se quedó callado, mirando fijamente el eje central de una baldosa que estaba resquebrajada en una esquina, y le confería al piso un desnivel que lo distrajo durante unos segundos...



 "Y a lo lejos se veían barricadas y las fábricas cerradas
 y los obreros se habían vuelto locos, ya no quedaba pan, nada...
 y los niños lloraban, tenían hambre y frío, y las escuelas cerradas
y los locos, se habían vuelto más locos todabía, y gritaban...
 se habían quedado sin posada, ya no quedaba nada
 y los presos, arrastraban sus cadenas, porque ya no había donde meterlos y estorbaban
 en lo alto de la cumbre, brillaba el palacio encantado
y la corte de princesas, cogidas de la mano bailaban...
 y la plebe extaxiada, le lanzaba presentes
 a la recién llegada cenicienta
que había entrado en el cuento de hadas descalza...
 decenas de zapatos de todos los colores, y vestidos de gala
y joyas, y perfumes...
que a la princesita no le falte de nada".


 Catalina, leía estos versos en voz alta, en una calurosa tarde de agosto, mientras Celia, su atolondrada compañera de celda, dormitaba en su catre, hasta que la megafonía anunciase que les esperaban cuatro largas horas de sol y patio.

                                                          CONTINUARÁ...