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EL ÁTICO


"Mi margen de visualidad está tan reducido desde la postura en que estoy sitúado, que apenas puedo dislumbrar tu hermosa silueta, pero adivino tus ojos, siempre tan tristes... Que impotencia saber que no pude hacerte feliz, y que pena que tampoco lo seas ahora..
 El arco visual, también me alcanza a ver al hombre que está contigo, borroso, eso sí, impersonal. Por alguna razón no quiere que me muera todavía, pero yo sé que es cuestión de segundos que pierda la consciencia. Se me están yendo los recuerdos, la rabia que sentí cuando os ví en la cama, se me está yendo el antes y el ahora, el después sin tí, sera como mi vida antes de conocerte, no me asusta".


 Sofía permanece quieta, mirando a Martín, que a pesar de tener los ojos tan perdidos, parece mirarla, desde donde quiera que se encuentre. Esa sensación hace que se aleje de donde está, mientras Saul intenta reanimarlo vanamente, pero Martín parece no reaccionar a los masajes ni a los estímulos. Entretanto, ella tantea el teléfono móvil, indecisa y sin acabar de marcar el número del Samur.

1...1, Sofía marca dos números y se detiene, mira a Saul, que en un momento dado, la mira también, ajeno a las dudas de ella con el teléfono. Y Sofía se para, justo después de marcar el segundo dígito, y se queda en el "te quiero" que le había dicho tan sólo hacía un rato, antes de que Martín irrumpiera en el dormtorio, con la misma imprevisibilidad que la nuve negra que se había cruzado en el cielo minutos antes.
Aquel había sido "un te quiero" diferente; le había sonado apasionado, transparente y ubicado en el momento, no había sido el "te quiero" de otras veces; desubicados, tradicionales y apagados, despues de repetirlos tantas veces. En Sofía el pensamiento volaba más deprisa que sus palabras, que sus intenciones, y que su propia ética.

Y seguía sin poder marcar el 2, a pesar de saber que el tiempo era crucial, y que hacía ya rato que Martín debería estar asistido. No quería que muriera, su vida con él había sido una buena vida, pero sin el toque de locura que tanto necesitaba. Y que pasaría luego... Si se salvaba,  con que cara iba a mirarle, no podía enfrentarse a eso, no podía librar esa batalla...

                                           -Apenas tiene pulso, y se está quedando cada vez más frío, y ya están tardando en llegar...
Sofía mira inquisitivamente a Saul despues de oir esas palabras, pero él se ha dado la vuelta, y no lo nota, Le ha colocado una almohada a Martin debajo de las piernas, Sofía lo ve cruzar la habitación para ir por ella al dormitorio y desde donde está, distingue la lasitud del cuerpo de Martín, que cada vez parece más indefenso.
 
Resuelta, vuelve a manipular el móvil, esta vez marca los tres dígitos, 1,1.2, sólo tiene que apretar la  tecla de la izquierda; pasa el dedo índice muy despacio por ella, pero su mente vuelve a volar al dormitorio, a la cama de agua; hubiera querido que el tiempo se hubiera detenido allí, con aquel hombre, en aquella cama y perdidos en aquel cielo.    
                                                      -Esos que no llegan! vuelve a llamar, yo ya no puedo hacer nada, se nos va!
Sofía escucha a Saul, reparando en que todavía no ha pulsado la tecla verde; en su móvil aparecen marcados los tres dígitos en la pantalla y ella por fín presiona el dedo sin mucha convicción, a la vez que se pregunta si Martín conservará la misma expresión de hace un rato, esa mirada perdida que no pudo soportar, cuando se fue de su lado, dejando a los dos hombres solos.

Hace apenas un mes que Saul y ella decidieron volver a verse, y el ático que nadie utilizaba, parecia el sitio ideal. Saul siempre había sido su gran amor, pero había formado una familia, y se había casado con su novia, como era de esperar. Sofía simplemente se casó con Martín.

Se acerca no muy convencida, hacia donde están, y Saul la mira negando con una mueca inexpresiva, Sofía nota que la expresión de Martín ha cambiado, ahora tiene la cara ligeramente inclinada. hacia la ventana y sus ojos han dejado ya de intimidarla.
                                        -Acaba de morir... Mira creo que será mejor que no esté aquí cuando llegue la ambulancia, no es bueno para ninguno de los dos.
 Las palabras de Saul sonaron vacías y cansadas y ella decide contestarle de la misma manera.
                                        -Si, tienes razón, será mejor que te vayas, ya no tardarán.

Cuando Saul sale por la puerta, Sofía se queda pensando en él; en aquella despedida tan fría, en todas las palabras que hubiera deseado que le dijera y no le dijo. Se había ido como un actor que acaba ya tarde, una función de teatro, cansado del aplauso, y deseando volver a casa. Se le cruzaron en su mente miles de teorías que hubieran llevado a su marido al ático, y después, la sutil manera en que se agarró a la puerta cuando los sorprendió, segundos antes de caerse. Y aquel gesto de incertidumbre de Saul, la torpe manera en que se cubrio su cuerpo, y su propia mirada enquistada en aquel momento.

Cuando los enfermeros confirman su muerte, a Sofía se le enquistan tambien las palabras de uno de ellos; "ha pasado demasiado tiempo, lo hemos perdido" el tiempo...Todo aquel tiempo en que pudo marcar el número y no lo hizo, la duda, que detiene la capacidad de reacción, su pensamiento, volando siempre hacia el dormitorio, y ahora la culpa, que ya se quedará siempre encerrada en el ático, junto a las flores que Saul le había traído aquella tarde y que acabarán por morir tambien.


 Sofía lleva un mes encerrada en el ático, se refugió allí después del funeral. Ha dejado de salir de casa y de coger el teléfono, lo ha guardado en un cajón y se ha olvidado de él.
Una mañana se dá una ducha muy fría y se mete en la cama desnuda; evita pensar en Saul, tampoco puede pensar en Martín.
Ha corrido las cortinas de la ventana, porqué ya no puede mirar el cielo, pero se queda mirando el vacío. Ha decidido quedarse así para siempre; en el lugar más recóndito de su mente, aquel que ya no te devuelve los momentos vividos, aquel que no te recuerda si tienes hambre o frío.
 Sobre la mesilla de noche, hay una caja de bombones medio abierta y de vez en cuando el olor del praline, se filtra en su nariz; pero evita tambien recordar esa sensación.
 Quiere desintegrarse allí dentro, junto a todas las cosas materiales que queden, junto a las flores ya medio podridas, que sólo dejan ya, un olor rancio en las estancia.
 Quiere que un dia cualquiera, alguien la encuentre allí diluida, entre los restos de materia, y que no le devuelvan la vida. Quiere quedarse para siempre en su ático.
                                                                            FIN