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PÉTALOS OLVIDADOS

La gente se apelotonaba en torno al hombre que acababan de atropellar. La empleada de la floristería se asomó a la puerta en cuanto escuchó el terrible frenazo, unos segundos despues de que aquel tipo amable y atractivo cargara con un enorme ramo de rosas. Ahora, de ellas sólo quedaban multitud de pétalos esparcidos por la carretera y la visión de él, tendido en el suelo, inerte e indefenso la sumió en una neblina de tristeaza que le duró todo el día. Tardaría mucho tiempo en olvidar aquel suceso.

 En la otra punta de la ciudad, Raquel está terminando de hacer las maletas. Ha decidido dejar a su marido porqué se ha enamorado de Luis que la ha convencido para que se vaya con él y, ella que siempre ha caminado insegura por la vida, ahora  está convencida que en cuanto cierre la última maleta ya no habrá vuelta  atrás y, que al fin y al cabo ya ha tomado una decisión; aunque trabajo le ha costado, teniendo en cuenta que hasta ahora  había llevado una buena vida. Aun asi, estaba decidida a vivir aquella pasión al precio que fuera, porqué al final, sólo se trataba de ser feliz.
 Mientras, otro hombre está declarando en comisaría las circunstancias del fatal accidente, pero no saldrá mal parado, porqué el otro, la víctima cruzó a toda pastilla sin mirar y sin darle al conductor la oportunidad de frenar a tiempo, seguramente por las prisas de llegar cuanto antes a su coche y resguardar las flores de la incipiente lluvia que pretendía empañar aquella fría mañana de enero y probablemente también por el ansia de que la mujer que amaba comprobara que aquel día si se había acordado que a ella le gustaban mezcladas con paniculata.
  
Son las ocho y media de la mañana y Raquel sabe que Ramiro está a punto de llegar, hace por los menos media hora que debería haber terminado el turno de noche, pero esta vez , ella no estará dormida como de constumbre, esta vez escuchará la llave introducirse en la cerradura y su peculiar forma de caminar antes de entrar en la habitación, y allí estará ella, sentada en la cama y con las maletas a sus pies. 
Aunque ya han retirado el cadáver de la vía, la lluvia ha fijado en el asfalto un sinfín de pétalos y grana de paniculata, sólamente una rosa se salvaría del naufragio, un hermoso capullo que una joven que se encaminaba a la universidad recogió del suelo y guardó en un libro a modo de fósil. Años después, comentaría la anécdota con su primer amor y la rosa se quedaría para siempre con ella. 
 El interrogatorio está a punto de concluir y, en ese momento el teniente entra en la sala quejándose de que todavía no han podido ponerse en contacto con la familia del finado, por alguna razón nadie coge el teléfono y determinan que será mucho más efectivo presentarse en su casa y acabar con el asunto de una vez por todas.
Raquel se está empezando a impacientar, el minutero avanza inplacable y su marido no ha llegado todavía, sólo faltaría que Luis llegara a recogerla a la par y los dos se juntaran en el portal, sin haber podido explicarse antes. Estaba segura que podía arreglar las cosas con Ramiro sin dramas excesivos y que al final,  él acabaría por entender y no le montaría una escena.
Pero nunca se retrasa demasiado, quizás parase a tomarse un cafe cerca del hospital, aunque sabe que ha dejado de hacerlo desde que ya no dejan ni fumarse un pitillo después, aunque no le extañaba que no se pudiera resistir a meterse un poco de cafeína en el cuerpo tras tragarse toda una noche de guardia.
 Sabe que aquella mañana se ha despertado radiante y se estira en la cama rodeando la nuca con sus brazos, es en ese momento cuando tropieza con su teléfono móvil, lo mira y se da cuenta que está apagado, con tantas emociones se ha olvidado de recargar la batería, pero no le da importancia y sigue soñando despierta...
Dos policías revisan la dirección del  muerto, intentando dar con la calle donde vivía, pero uno de ellos le dice al otro que es en la siguiente travesía y conducen despacio mirándose con cara de circunstancias, pues nunca es un buen trago dar noticias como aquella.
El autor del atropello conduce despacio y se lamenta de no poder fumarse un cigarrillo; a esas horas las calles están llenas de picoletos deseosos de poner multas sin parar, para llevarse alguna comisión y, una multa es ya lo único que le faltaba.
 Piensa en volver a marcar el teléfono móvil con el que lleva toda la mañana intentando comunicar, pero también se arriesga a que le multen y abandona la idea.
  Cuando Raquel escucha el ruído de la puerta, se incorpora de repente y comienza a experimentar una especie de nerviosismo expectante, para entonces, la mujer de Luis ya se ha enterado de la suerte de su marido y llora desconsolada refugiada en los brazos de uno de los polis, no tardaría en enterarse que aquella mañana Luis había ido a comprar unas rosas y lo recordaría siempre como el marido más adorable del mundo, aunque nunca llegaría a saber que aquellas rosas no eran para ella.
 Y efectivamente, Ramiro encontró a su mujer despierta y con las maletas listas, ambos se sostuvieron la mirada durante unos segundos y el hombre después de fijar los ojos en un par de maletas que descansaban en el suelo, le recriminó a Raquel que no hubiera cogido los teléfonos, porqué ella, ni siquiera se había percatado después de hablar con Luis duarante la noche, que había dejado el fijo mal colgado.
 Tampoco Raquel tardaría mucho tiempo en enterarse de todo el asunto, y aquella mañana aunque acabó deshaciendo las maletas, no pasaría ni un mes en que decidiera volver a hacerlas. Tardaría muchos años en volver a enamorarse y nunca más permitiría que nadie le regalara flores.
                                                                           FIN