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MI CUERPO EN SUSPENSIÓN

Me sorprendió mi propia indiferencia ante la anestesia que mi cuerpo parecía experimentar; aun así, pude sentir que estaba sola. Había algo en aquel decorado absurdo y minimalista que había hecho que la temperatura de mi cuerpo, siempre más baja de lo normal, subiera equilibradamente; sin que yo fuera plenamente capaz de distinguir la diferencia entre el calor y el frío. Mientras, mi espera, parecía no terminar. No sé cuanto tiempo pasó, no sé si el tiempo existía, si era importante. Lo único que parecía ser determinante, era la consciencia de mi cuerpo, ensamblado en algún sitio, suspendido; no tenía recuerdos entonces, ni pasado, ni presente, no sabía que había algo llamado futuro. Mas tarde me dijeron, que mi cuerpo, había quedado en suspensión.

 Una figura a la que no acerté a determiar su sexo, se me acercó. Aquella confusión ni siquiera provocó en mí curiosidad. Sólo quise saber donde estaba; la incomprensible tranquilidad que me acompañaba, tampoco me sorprendió, a pesar de que siempre he sido muy inquieta, pero en aquel momento, yo no sabía como era. Tampoco fui consciente de que no me podía mover. Separé mis labios, articulé palabras, compuse frases, que aquella especie de ser que no acerte a identificar, pareció entender perfectamente; pero yo no podía oir mi propia voz.
Sin embargo, si podía escuchar perfectamnete la suya, sonaba opaca, enlatada, impersonal. Al momento de reclamar una respuesta a mis preguntas, me olvidaba, y la respuesta que me daba, no acertaba a ubicarla en ningún sitio. Volví a quedarme sola.
En algún momento, creí haberme despertado de un mal sueño, pero no estaba sudando, como siempre que me incorporaba, tras una pesadilla. Comencé a experimentar sensaciones. Pude tocarme al fín; mi cuerpo despedía un calor agradable; pero mi ropa estaba rota, mi camiseta rasgada, justo donde empezaba a insinuarse mi pecho, lo toqué suavemente y no tenía ni un rasguño, mis piernas parecían aprisionadas dentro de mis pantalones, llenos de roturas y restos de sangre. No sentía dolor, al contrario, notaba un bienestar absoluto. Palpé mi cara y mi palma se hundió en mi mejilla derecha, pero no había sangre; sólo la osamenta desnuda de mi pómulo, desprovista de las capas de piel que deberían cubrirla. Quise gritar, y nadie parecía oirme. 
Después comencé a recordar. Pero no eran imágenes identificativas, como me hubiera gustado, sinó barridos a cámara lenta, primeros planos de mi cara, actuaciones de mi vida cotidiana. Seguía sin saber quien era. En ocasiones sentí pudor de mi comportamiento, a veces lascivo; escenas de amor o de sexo, no sé. Mi silueta de espaldas, mis brazos rodeando otros brazos, de otra silueta, cuya cara no pude ver; pero observé detenidamente sus manos posándose en mis caderas, turgentes, cálidas, pude notar su calor; sus dedos largos y delgados jugando con mi pelo, mi cuello desnudo, pude ver mi tatuaje en la nuca, pero no acerté a definirlo. De pronto mi cara frontal, impoluta, soberbia, pero sin notas de color. En otros planos, me reconocí cruel, dañina, y mi gesto se me antojaba ridículo, y ya con unas pinceladas de odio o rencor, no sé. Yo me tocaba la cara , cada vez que ante mí, pasaba un primer plano de ella. Volví a creer que todo era un sueño, y que de un momento a otro iba a despertarme aliviada, y vería de nuevo mi rostro recompuesto; me fumaría un cigarrillo y me juraría que nunca más volvería a quedarme dormida; intenté pellizcarme fuerte, muy fuerte, en alguna de las partes que mi lánguido cuerpo se dejara corromper, pero el dolor se escondía, y no me hacía daño, ni siquiera pude hacer sangrar mi piel, y si pude recordar, lo fácil que fue siempre causarme una herida.                
                                        -Quíen soy?, -me oí decir-, reconociendo mi voz, por primera vez, cuando las escenas de mi vida, dejaron de ser visibles. 
                                        -Ya no eres nadie, -contestó la voz enlatada, sin dejarse ver.
                                        -Quiero, quiero..., -sentí miedo, por primera vez, y recordé mi soledad, le puse nombre, la quise recuperar, sabía que era parte de mí, que era mi aliada, mi excusa para un comportamiento reptiliano, que nunca conseguí rectificar.
Pero seguía sin saber quien era...sólo la suma del pasado, presente y un fututo inexistente, conformaban mi sistema límbico; dominado por completo por el área septal, y abocado al rechazo de todo lo demás. Todos los afectos, sentimientos, todas las bajas pasiones quedaron en suspensión.

No supe cómo, pero percibí que de nuevo, iba escuchar algo, notaba el calor anticipado a las palabras.
                                      -Ahora entenderás porqué ya no eres nadie, ahora sabrás porqué ya no puedes volver a ser lo que fuiste.
                                      -Puedo cambiar...-contesté, sin mucha convicción.
                                      -Nunca pudiste hacerlo, nunca lograste vencer a tus impulsos, ni canalizar tus afectos positivamnete, por eso te instalaste en la locura.
                                      -No estoy loca! -grité-, dando a mi tono de voz, una cadencia enlatada también.
                                      -Fue un error, dotarte de inteligencia, fuiste incauta y desperdiciaste cada una de las habilidades que te dimos, llevarlas a cabo, sólamente te hubiera acarreado una ligera sobrecarga de estrés, pero te hubiera evitado un suicidio prematuro. Dejaste que tu instinto te dominara, hedonismo en el más puro estilo animal, y no supiste diferenciar la realidad de la fantasía, el pasado del presente, el bien del mal. Por eso ya no tienes futuro. Estás aquí porqué te has ido prematuramente, Necesitas saber lo que fuiste, pero ya no podrás recordar tu nombre.
                                      -Que estupidez! -volví a replicar yo-, -ni estoy loca, ni tengo estrés, sólo necesito un médico, un cirujano que repare mi cara, sólo unos injertos, -rematé confusa-, y la última palabra quedó oculta, y de algún modo, salió de mi boca insegura, utópica, y la última sílaba, escondida, repudiada.
                                      -Nadie puede reparar ya nada, tu tiempo ha terminado, de no haber sido así, tampoco hubieras podido soportar la visión de ti misma.
                                       -Que tontería! -insistí-, hoy en día, todo puede repararse. Y volví a dudar...

 Supe que no iba a recibir respuesta y, de alguna manera, supe también que todavía me faltaban cosas por ver; pero no me lo anunció aquel agradable calor de antes. Tuve la certeza, porqué una ola de frío recorrió mi cuerpo maltrecho, pero desprovisto de dolor.

 Las visiones volvieron, y yo me concentré. Mis dedos al volante, la capota bajada, el rojo brillante, haciendo juego con mis uñas, pintadas del mismo color; mis piernas subiendo y bajando, pisando; mis ojos controlando el velocímetro, debajo de unas gafas oscuras, demasiado oscuras; mi pelo descontrolado, bailando al ritmo de la música, muy alta, demasiado; los números saltando, la adrenalina a punto de estallar, escurriéndose entre mis dientes, dibujando una sonrisa macabra, afectada; mis manos dominando el mundo, mi mundo, y después oscuridad... como un corte de corriente, como una siega de húmeda hierba que roba la belleza de un campo frondoso. Ya no pude ver más.
               
Y aquella presencia, de nuevo dispuesta a fastidiarme, había vuelto a mostrarse.
                                   -Entiendes ahora lo que pasó?
                                   -Me imagino que tuve un accidente, pero estoy viva... No, no me he quedado paralítica, ni tetrapléjica, sólo un percance en la cara!
De pronto, creí percibir en la reaparición de aquel rosto inexpresivo y carente de significado, una mueca parecida a una sonrisa, y eso me descompuso.
                                   -Has probado a ponerte en pie?
Y caí en la cuenta, de la extraña posición de mi cuerpo, levitando como por arte de magia, suspendido en algún punto que no acertaba a concretar.
                                   -No, no, no, yo me he tocado, y mis piernas están cálidas y tengo sensaciones, sólo están magulladas. De nuevo la última palabra, quedó suspendida y abocada al vacío.
                                   -Tienes el cuello partido y una lexión medular del tipo A, irreversible, si hubieras sobrevivido, te hubieras quedado para siempre inmovilizada, también tienes la parte derecha de tu cara destrozada; los canales nerviosos, y fibras que había, han quedado inutilizados. Las conexiones nerviosas, no existen. Nunca hubieran podido injertarte nada.
                                   -Eso es imposible, noto mi cuerpo, noto... puedo mover las manos...
                                   -Eso forma parte de la ilusión, aquí no necesitas tus piernas, ni tus brazos, ni tu cara. Aquí todo está en suspensión. Aquí tu mente puede volar, sin que te hagas daño; pero es importante que sientas tu herida, aunque no te duela, y ni siquiera  puedas verla. Aquí no hay espejos, porque no importa el aspecto.
 Quise llorar, tenía esa imperiosa necesidad, pero mis ojos se negaban a derramar una sola lágrima, estaban tan secos, que temí que mis pestañas los pudieran lastimar. Me quedé en silencio, sin decir una palabra, y escuché la sentencia, aunque ya no tuve fuerzas para discutir.
                                  
                                   -Pronto acabará todo, y descansarás. Los recuerdos  que te hemos dado, sólo han sido para que te resignaras y entendieras que no es un sueño. Ya no necesitas saber más.
  
La última visión de mi misma, fue mi propio cuerpo; yo lo seguía tocando, y lo notaba cálido aún. Ya no volví a ver mi cara, sólo mi mano cubriendo aquel amasijo de huesos, donde antes había piel. Decidí cerrar los ojos, pero no me dí por vencida, ni perdí la esperanza de que al fín, todo fuera un sueño y me pudiera despertar.
                                                                           FIN