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EL DESTINO EN EQUILIBRIO III

CÍRCULO CERRADO

Dicen que llega un momento en que las defensas bajan tanto que el cuerpo pierde el control. Pero somos mucho más fuertes de lo que creeemos y, es en ese momento, en que el ánimo  está más bajo y uno se quiere morir cuando la adrenalina vuelve a instaurar los niveles óptimos de supervivencia. Sabemos que no nos queda otra y, que sólo si recuperamos la cordura podremos seguir adelante. Y es que en el fondo la meta siempre es la misma: conseguir ser felices, al menos un rato cada día.

La semana había sido dura para Belén y, había adoptado una postura victimista que le estaba dejando los ojos muy hinchados y muy pocas respuestas a lo que había ocurrido en el hotel. Los dos habían salido aquella noche sobre las tres de la madrugada; caminando hacia el aparcamiento casi sin dirigirse la palabra; cuando llegaron, él le abrió la puerta pero ella se limitó a coger el abrigo que estaba en el asiento de atrás y se negó a que la dejara en su casa. Iván le pidió que le diera un beso y ella arrimó la cara sin mirarle. Los dos tomaron caminos distintos: Belén convencida de que no volvería a verle, él desconcertado ante las postura caprichosa de ella.

Cuando llegó a casa, Ricardo dormía ajeno a lo que había ocurrido. Belén sin encender las luces se quitó la ropa y se metió en la cama. Los días pasaban sin que el móvil diera señales de Iván y, al cuarto día estaba convencida de que no quería ya volver a verle pero seguía esperando una llamada, un mensaje de texto, la oportunidad de ser ella quien dijese la última palabra.

Sin embargo a pesar de no entender porqué su amante había querido salir escopetado del hotel dejándola allí sóla con la excusa de que no podía dormir, ella era lo suficiente inteligente para entender que aquella cita era lo suficiente importante para haberla preparado mejor; pero para eso tendría que no haber existido Ricardo, no debería haberle mentido diciéndole que no sabía freir un huevo y, tendría que haberle citado directamente en su casa y, haber preparado el escenario debidamente; así podría haberle sorprendido con la magnífica decoración de su bonita casa, encandilarle con sus artes culinarios y hacer que se sintiera cómodo en una soberbia cama que en nada se parecía a la del hotel y, por supuesto lucir la lencería fina que nunca se ponía.
 Tal vez sí aquella tarde no hubiera empezado tan mal, la noche no hubieran acabado peor, pero también es cierto que en esa ocasión Belén no pudo elegir.
 Ricardo estaba acostumbrado a los cambios de humor de su mujer, así que no se sorprendió al verla deambular por la casa como una autómata; con los años se había hecho a sus silencios, a sus neuras y cada uno disfrutaba de su espacio sin pedirle cuentas al otro y, así vivían en armonía o eso creía él.
 
Al quinto día, Belén cogió un papel y escribió todo lo que le gustaba y no le gustaba de Iván y se convencía a si misma de que haber seguido con la relación sólo le traería problemas y, que no le convenía en absoluto; es fácil transformar en defectos las cosas que te atraen de una persona cuando crees que la has perdido o no has luchado lo suficiente para que las cosas funcionaran; el caso es que al final había llegado a la conclusión que Iván sólo le gustaba en la cama, pero lo que le aterraba era que incluso cuando no la trataba todo lo bien que ella quería la excitaba; era como un yin yang en ebullición constante: que más dá que me humille si al segundo me sube al séptimo cielo; qué importa si me ridiculiza si después se desvive por complacerme; entendió  como una persona puede llegar a depender de otra hasta perder su propia autonomía y, sentía escalofríos sólo de pensar que a ella le estuviera ocurriendo eso. El círculo se iba cerrando y, ella allí dentro sin saber que hacer.

la dependencía es un síntoma que sufren las personas que percibieron no sentirse queridas en su infancia; es terrible porqué la enseñanza que han exprimido de la vida es que hay que dar mucho para recibir algo a cambio. Estas personas dejan que los demás tomen las riendas de su vida, por eso la balanza siempre se inclina del lado contrario. Buscan estabilidad pero su frustracción no les dejará nunca encontrar el equilibrio, a no ser que logren reaccionar a tiempo. 

CUESTIÓN DE SEXO

 Y si todo se reduce a eso, ¿para que seguir buscando más?, aquella tarde en que Iván estaba de un humor de perros, se lo había dicho a Belén mientras tomaban unas sidras: "me cansais todas, al final que más da que una chica sea guapa, que sea fea, si total todo está visto ya". Ante tan desafortunado comentario, ella se había limitado a sonreír como si no estuviera implicada, como si sólo pasara por allí: pero no había sido la única metedura de pata de Belén; aquella tarde le había bailado el agua de una manera humillante, había enseñado sus cartas de una forma demencial:"mírame, ¿no ves que estoy necesitada?, guíame, señálame la senda que no te negaré nada". No necesitó decírselo con esas palabras porqué su mirada, sus gestos posturales y hasta su indifirencia hablaban a gritos.
 Los exfuerzos de Iván en las citas anteriores en conquistarla, se le antojaron aquel día ridículos; la química no existía ya y la física estaba allí, reclamando exprimirla hasta saciarse para pasar página cuanto antes.
 Estaba convencido de que él a ella sólo le interesaba como un pasatiempo, pero tampoco estaba dispuesto a permitirle que se acercara demasiado. Al fin y al cabo, ella no quería involucrarle en su vida, no se dejaba conocer; pero aquella noche en vez de un halo de misterio por descubrir, se había convertido en largas horas de sexo puro y duro, pero sólo eso y había resultado muy frustante para él.
 Quiso llamarla muchas veces e intentó mandarle mensajes sólo para saber de ella, pero nunca se atrevió. La manera en que se habían despedido aquella noche le había espantado su osadía, pero fue ella al cabo de tres meses en que nada sabían el uno del otro quien le envió un mensaje citándolo donde siempre, para hablar de algo importante según ella. Para sorpresa de Iván, que hacía ya un par de semanas que había comenzado a salir de nuevo con Lucía, su corazón le dió un vuelco y allí estuvo puntual, esperándola como si el tiempo no hubiera transcurrido, como si se tratase de las primeras citas cuando tenía tanto interés en conocerla.
 Allí estaba él, en el café Gijón, sentado en una de las mesas del fondo, tomándose una coca cola y, allí seguía cuando la vió entrar veinte minutos tarde: altiva, maravillosa, pero diferente: no hubo besos pero si una sonrisa inmensa que dejaba patente su perfecta dentadura, el pelo le cubría gran parte de la cara pero sus ojos seguían sin poder esconderse y, allí estaban recordándole a él lo guapa que era.

La primavera estaba ya dejándose ver discretamente en Asturias y Belén había cambiado sus mitones negros de ante por unos muy finos de algodón. Sus manos bajo ellos le parecieron sublimes y, ella  no trataba de esconderlas como antes, en cambio gesticulaba con ellas constantemente. Era la primera vez que hablaban de cosas trascendentes e Iván se daba cuenta que la tarde había pasado casi sin darse cuenta: perfecta, aromática, sensualamente discreta. Fue precisamente aquella tarde cuando se dió cuenta que Belén era la mujer de su vida.
 Ella se levantó justo en el momento en que le propuso invitarla a cenar: "ah lo siento, tendrá que ser otro día, es que no te he contado, sabes... me casé el mes pasado, fue un flechazo y, fíjate que hoy mismo tenemos una cena, pero otro día será, por los viejos tiempos", y se despidió regalándole un par de besos: uno por mejilla.
 Él la vió alejarse cadenciosamente y volver la mirada cuando estaba a punto de salir y, todavía seguía mirándola cuando Belén se subió en un taxi y se alejó de allí, dejándole solo. Por un momento quiso volver al pasado y despuntar justo en el momento en que ella estaba sentada en la cama de aquel hotel: indefensa, llorando porqué no quería quedarse sóla. Pero ella se había ido, ya era primavera y el reloj marcaba las ocho de la tarde.


Dias después, Belén contemplaba desde la ventana como las rosas comenzaban a resurgir despues de aquel invierno que había resultado tan duro, como eran todos los inviernos en el norte; interminables. Ricardo se le acercó despacio y le rodeo el vientre mientras ambos miraban el horizonte en la misma dirección. El día acababa de amanecer y era domingo, pero lo importante es que Belén nunca se había sentido más feliz en toda su vida.

 En cualquier relación humana en que dos personas se convierten en una, el resultado siempre será dos medias personas. La esclavitud de intentar complacer a los demás a cualquier precio nos convierte más que en sensibles, sensibleros y vivimos en una sociedad en que nadie escucha a nadie. Nos gustan las personas cuando las percibimos fuertes e inalcanzables por eso deseamos lo que más nos cuenta conseguir. En cuanto lo tenemos dejamos de valorarlo porque deja de ser una meta y los seres humanos necesitamos recargarnos las pilas y derribar fronteras, necesitamos dominar la situación, poder elegir, saber que al fin la pelota después de botar sin sentido ha caído en nuestro tejado y se ha quedado ahí. 

¿Queremos de verdad conseguir el equilibrio o buscamos la inestabilidad de un columpio para caernos siempre que queramos?


                                                    FIN