Antes de concluir el final de "Catalina", quiero aprovechar para daros las gracias a todos los que me habeís seguido o comentado, o simplemente pasado por aquí.
Tambien a mis amigos Aditza y Gelo, por la paciencia de responder a todas mis preguntillas, sobre las actuales cárceles de mujeres; y así asegurarme de que todo lo que he contado, podría haber pasado de verdad. Ah y a Marta por animarme a hacer público el blog, a mi me costaba un poco, pero ahi estás siempre tú !!!gracias!!!
En especial se la dedico a Starosta, porqué sin tu ayuda hubiera sido muy difícil para mí, que esto saliera más o menos regular; nunca había escrito nada tan largo, y de seguro se me hubieran escapado muchos detalles. Gracias por tu apoyo y por no dejarme sóla en esto.
C elia, no se sorprende, de ver a Catalina, sentada en el suelo, jugando con el móvil; ella sabe que es su esquina favorita, la ha visto ahí muchas veces, llorando y ensimismada en sus cosas, cuando ella creía que estaba dormida; pero Celia no dormía tanto como Catalina creía; los había observado muchas noches, a ella y a Carlos, dando rienda suelta a su pasión; y aunque estaban a oscuras, Celia no se había perdido detalle de sus jadeos, ni de sus movimientos, y se había empapado de la estela de sexo, que dejaban en la celda, y del que ella carecía; siempre había sido una inofensiva voyeur y había convertido aquellos encuentros, en una obsesión; por eso cuando Catalina comenzó a salir a hurtadillas de madrugada, Celia cayó en una profunda depresión, y aumentó la dosis de orfidales.
No obstante, esto había despertado en ella, un afecto intrínsico por su compañera, y aunque las dos chicas no eran amigas, ninguna se molestaba y la convivencia entre las dos, había sido pacífica.
Catalina se incorpora deprisa, en cuanto escucha la megafonía, aparta la maleta de la cama y se calza las sandalias abotinadas, que Miguel le había regalado cuando eran novios, y que eran los únicos zapatos bonitos que se había traído; los mismos que llevaba el día del juicio, cuando un juez, ya entrado en años, la había condenado a 4, por acabar con un tipo, que casualmente, era el hermano díscolo de un importante hombre de negocios, y que poseía la cadena de restaurantes, más importantes de Gijón; "homicidio involuntario", - dijo él, con voz ronca y estridente, fíjándole 80.000 euros de fianza, algo inusual en este tipo de delitos; mientras ella de pie, escuchaba la sentencia, apartando de sí, el brazo del hombro, que el inútil abogado de oficio, le había colocado con gesto severo y consternado.
Cuando Catalina entró pror primera vez en Alcalá Meco, lo hizo convencida, de que era culpable, y de que cualquier otra chica sólamente le hubiera herido, porqué cuando el prestigioso abogado de la acusación, la acribilló a preguntas acerca de la trayectoria del cuchillo, ella se había bloqueado, y sólamente pudo recordar el olor de la sangre; algo en su interior le decía que no debía delatar que la habían dirigido el cuchillo al corazón, porqué no la creerían, y por otro lado, nunca nadie, la había obligado a hacer algo en contra de su voluntad; así que se quedó hecha un lío y permaneció callada, sin poder defenderse ni saber que contestar.
Su mirada se cruza largamente con la de Celia, y las dos se sonríen por primera vez, después Catalina desarma el móvil, y se queda sólamente con la tarjeta, escondiendo el resto en el interior del viejo colchón de su cama; se acerca a su compañera, que permanece con la mirada baja, desde que la vió maniobrar con el teléfono; y le coloca en la palma de su mano, el reloj que no había dejado de controlar desde hacía horas; vuelven a mirarse por última vez y sin decirse nada, Catalina, recoge sus cosas y espera los últimos segundos al lado de la puerta.
Cuando los últimos portones de la fortaleza se abren, ella, suelta presurosa la maleta y el bolso en la hierba, y respira.. Extiende sus brazos a la naturaleza, y disfruta de la belleza que deja en el paisaje, un día lluvioso como aquel.
Después, camina despacio hasta la arboleda; la lluvia ha amainado; apenas se ve a gente paseando por el parque; y ella se viste su cazadora vaquera, porqué la tarde se ha quedado fría, y el vello de los brazos, se le está empezando a erizar; apenas acaba de encender un cigarrillo, cuando se queda inmóvil, ante la visión a lo lejos de un jóven, que pasea dos perros, que le quedan casi a la altura de la cintura ; no acierta desde tanta distancia, a percibir de que raza son, pero las correas son muy largas, los ve avanzar velozmente hacia ella; y el miedo la vuelve a paralizar, al igual que aquel fatídico día que cambió su vida; sabe que de un momento a otro se soltarán de su dueño y la alcanzarán.
Desesperada cambia de dirección y comienza a correr raudamente, pero los tacones son muy altos, y se cae al suelo, retorciéndose el pie izquierdo; mientras se lo masajea, nota que está empezando a dolerle intensamente; levanta la cabeza y se da cuenta que los perros ya no están, mira a su alrededor, pero ni rastro de ellos, aliviada, y sin levantarse del suelo, enciende otro cigarrillo y respira jadeante, mientras el corazón bombea más deprisa de lo normal.
Se incorpora como puede, y cojeando está a punto de llegar a la arboleda, calcula que más o menos serán las 5:30 de la tarde, y Carlos debería ya estar esperándola, pero no dislumbra ningún peugeot aparcado por allí; se dá cuenta que durante todo este tiempo, en que dejó atrás el recinto carcelario, ha estado sola; piensa que tal vez ellas, se han quedado encerradas dentro, con Celia; porqué ha estado muerta de miedo y no las ha visto, a ninguna de ellas, ni siquiera a la que dirige siempre sus movimientos; así que poco a poco se tranquiliza, pero el dolor del pie cada vez es más vehemente, y ni siquiera tiene un teléfono; ha estado a punto de sacarlo desarmado, pero era demasiado arriesgado, así que sólo tiene la tarjeta, escondida en el forro de su chaqueta; al fín y al cabo le han cacheado todo antes de salir, y la jodida talibana, le ha dejado la maleta hecha un cisco, y le ha arrugado toda la ropa, que ella se molestó tanto en doblar.
Sabe que si no se sienta pronto, será el dolor, lo que la acabe por tumbar; pero el único banco que hay allí, ve que está ocupado por un anciano, de aspecto muy cansado, abstraído en la lectura de un libro raído y amarillento, que parece tan viejo como él. Catalina se acerca muy despacio, y se sienta sin decir nada, necesitaría estirarse, pero él está sentado justo en el medio, y parece no haberse percatado de que tiene compañía. Ella tímidamente le pide que por favor se aparte un poco, porqué se está muriendo de dolor, pero él no le contesta y continua leyendo el libro fíjamente, y sin cambiar de página.
Desconcertada, le palpa enérgicamente el hombro, -oiga! es que no me ha oído, me podría prestar su móvil? -sólo necesito hacer una llamada... Catalina se dá cuenta que la piel del anciano está muy fría, porqué al tocarle, sus dedos rozaron su cuello, y su mano se había quedado gélida también.
Con un gesto de puro terror en su cara, se levanta del banco con el pie en alto y sin dejar de mirarle; pero él continua inmerso en la lectura, sin parpadear...
Carlos tiene el cuello hecho polvo; el impacto que le produjo el repentino frenazo, casi le impide ladearlo con soltura, cuando contempla a la gigantesca ardilla, que yace en en el suelo, -joder!! vocifera golpeando con furia la parte delantera de su coche; él creía que ese tipo de bichos, sólo rondaban la Moraleja... Pero se siente aliviado, al comprobar que no había atropellado a ninguna persona, respira hondo, y hurga en la cazadora en busca de un cigarrillo, que se fuma de pie, apoyado en el capot de su coche, y disfrutando cada calada; pero cuando se percata de que son casi las 6 de la tarde, apaga bruscamente el cigarro y llama durante 5 minutos largos al móvil de Catalina, pero, "que el teléfono está desconectado o fuera de cobertura", es lo único que escucha; seguramente ella, por una vez le ha hecho caso y lo ha escondido, como él le dijo.
Ya en el coche, pisa el acelerador más de lo prudente, debe de hacer una hora al menos, que ella salió y le preocupa, que no se haya puesto en contacto con él desde ningún teléfono; se consuela pensando lo difícil que es encontrar una cabina activa en Alcala de Henares, pero podría haberle llamado desde cualquier cafetería; cree que no tiene excusa, porqué le había dejado dinero suficiente, y juzga lo poco considerada que es, cuando no se trata de si misma; sigue conduciendo muy serio, y pisando cada vez más fuerte, mientras se plantea por primera vez, si vale la pena dejarlo todo por ella; y que si al fin y al cabo no está siendo un guiñapo, dominado por una mujer caprichosa, que le ha vuelto loco, y ha puesto su vida patas arriba, o quizás su vida, ya era una mierda antes de conocerla, y sólo adquirió sentido a su lado; se acabaría algún día, como ocurrió con Marta? pero no, ella no era su mujer; era ingenua y procaz, cercana y distante, era todo a la vez... Aminora un poco, porqué el velocímetro ya marca 150, se ha disparado demasiado, mientras él hacía sus cábalas, y apenas puede ya ver la carretera.
Pero escucha el sonido del móvil, y lo agarra con ansiedad, como si ninguna duda tuviera sobre ella, y deseando sólo oir su voz, cambia el gesto de su cara cuando escucha la de Marta, que sin mostrar ningún tipo de emoción al otro lado del auricular, le comunica que se marcha unos días con los niños a casa de su padre, y que ya hablarán a su vuelta; el descuelga el teléfono sin contestarle, y vuelve a mirar el reloj, son las 6:15 y queda sólo un kilómetro para llegar a la arboleda, se seca el sudor de su frente con un clinex y continúa...
Quién eres? -grita Catalina, reclinada en el borde del banco, y sin atreverse a volver a tocar al anciano; repara por primera vez, en la carátula del arcano libro, que anuncia en enormes letras bermellón, una palabra que no acierta a distinguir, por la inclinación del mismo; estira su mano para poder verla, sin que la figura que lo sostiene haga ningún ademán de impedírselo; "muere" alcanza a leer, casi en estado de shock. Ahora se da cuenta que en realidad no está sóla y que todo es una señal; se toca repulsivamente su vestido negro, mientras las escucha reírse desde su interior a carcajada limpia, y se da cuenta que la han vencido.
Cuando Carlos la encuentra tumbada a la larga en el banco, su pie ya se le está empezando a hinchar, y a él, le cuesta quitarle el zapato, por la forma abotinada del talón; que se ha adherido totalmente a su piel, pero ella ya no siente dolor, y sólo repite una y otra vez; que le diga al viejo que se aparte, que necesita descansar.
- viejo, que viejo, cariño? aquí no hay nadie, sólo estás tú.
- Es que no lo ves? tócale, está muy frío, no me deja estirar el pie.
Él la coge en brazos, sin comprender lo que está pasando, cuando se le acerca un chico de uno 18 años, con pinta de macarrilla, que ya llevaba rato observándola.
- Esta tía está pirada, lleva media hora, hablando sóla con el banco y haciendo cosas raras con las manos; para mí que la han soltado del talego y se ha pasado con el chute...
Carlos le mira de reojo, mostrando una ligera aversión, y se encamina con Catalina en brazos hacia el coche; pero en el último momento, se vuelve hacia al chico, que ahora está sentado en el banco, liándose un canuto.
-Oye, cuánto tiempo llevas aquí?
- pues yo ya estaba, cuando ella llegó con el subidón.
-Pero no había nadie más?
-ya te digo que no, y yo flipando con ella, hasta que llegaste tú, y la pillaste en pleno bajón...
-Y no se te ocurrió ayudarla, sólo mirar como un lmbécil?
-oye, que ésta no es mi movida, paso de estas colgadas que no saben meterse... Ah y llévate estos trastos, han venido con ella.
Carlos recoge la pequeña maleta y el bolso amochilado que están en el suelo, a los pies del banco, y contunúa su camino; dando por concluído lo que ya se estaba pareciendo a un diálogo de besugos.
Si había alguna cosa por la que Catalina no había mostrado ningún interés, al menos desde que él la conocía, eran las drogas; tenía todo tipo de caprichos absurdos, sobre todo para alguien que estaba encerrado y no podía disfrutarlos; pero jamás le había pedido, ni tan siquiera una pastilla; por eso el deconcierto de Carlos aumentaba, a medida que se acercaba a Madrid. Las únicas marcas que tenían sus brazos, eran las de un tatuaje en la muñeca izquierda, un pequeño trébol de 4 hojas, de un verde intenso, que según le dijo ella, se había hecho hace años para que le trajera suerte.
Son casi las 7.30, calcula que en media hora más o menos llegarán a la capital; había reservado una habitación en La Gran Vía, porqué era la zona que más le gustaba a Catalina; desde que hacia años, se empeñó en conocer Madrid, y se pasó una semana en un hostal precioso, que antaño había sido escenario de actores y gente de la farándula.
En los últimos tiempos, Carlos cada día la encontraba más rara, y obstinada; pero ahora se había pasado con sus majaderías, y él estaba verdaderamente furioso; ella permanecía en silencio, estirada, en el asiento de atrás del coche, con los ojos muy abiertos, y él sentía tentaciones de dejarla en cualquier lado e irse a su casa; para poder al menos dormir un poco y pensar, sobre todo pensar...
No se habían cruzado palabra desde que la subió en el coche, y él decide romper el hielo de una vez.
-Cata, cómo te hiciste daño en el pie, te caíste?
Ella, tarda unos 3 minutos en contestar, y cuando lo hace, su voz suena hueca, y distante.
-Me caí, si, me caí, porqué unos perros me persiguieron y casi me devoran.
-No digas chorradas, a nadie se le ocurre dejar perros sueltos por ahí, otra de tus memeces, y ahora qué, te dedicas a hablar sóla, cuando te aburres, no...
-Eres un imbécil, no me hubiera encontrado al viejo, si hubieras sido puntual, claro ya sé, alguno de tus mocosos, te necesitaba no?, todo menos llegar a la hora.
-Si vuelves a insultar a mis hijos, te bajo del coche y te dejo tirada en la cuneta, que es lo que te mereces.
Carlos, no sabe porqué ella, le está despertando tanta violencia de repente; intenta controlar la situación, conteniéndose un poco; ya que Catalina, se ha quedado callada, y no le ha contestado nada.
-Mira, pararemos aquí, hay una farmacia y necesitas vendar el pie.
-Cuando podré irme? inquiere Catalina, que ha suavizado también el tono de voz
-Porqué eres tan mentirosa? no existe ningún viejo, siempre te estás inventando historias.
Carlos aparca en un espacio bastante reducido que encuentra al lado de la farmacia, haciendo piruetas para no rozar el coche que está delante.
Catalina, medita un momento si contarle lo de las otras, o dejar que sigan en el anonimato...
-Qué pasa, no dices nada? a qué vienen tantas bobadas, no puedes esperar media hora, sentada, como hacen las personas, sin dar la nota?
-es que lo han mandado ellas, estoy segura...
-Ellas quiénes, de qué hablas?
-bueno, en realidad ha sido ella, las otras, sólo aparecíeron en la sala bis, me han utilizado para poder estar contigo, pero es ella la que manda.
-Ellas, ella!! de que coño estás hablando? qué quieres ahora, otra escenita para conseguir algo no?
-voy a morir, y va a ser hoy, me lo ha dicho él, estaba leyendo un libro todo raído, y aparecía escrito en la carátula.
Carlos la mira desconcertado, sin dar crédito a lo que está oyendo, recordando como habían sido sus últimos encuentros sexuales, casi al límite; y se da cuenta que la cosa es más seria de lo que creía, y que ha perdido totalmente la razón; se odia a si mismo por haber sido tan duro con ella, y le acaricia el pelo suavemente, sin volver a llevarle la contraria.
-Bien, ellas no están ahora, así que tranquila; voy a entrar un momento y comprarte algo para el pie, tu espera y no te muevas de aquí.
-Ya... Pero no tardes, si me ven sóla, volverán...
Cuando Carlos regresa con las vendas y los analgésicos, Catalina ya se había acomodado en el asiento de alante, y había abierto la guantera, y revisado todos los documentos; tenía la pistola colocada en su regazo, y sus ojos habían vuelto a brillar...
-Sabía que no me fallarías! así que me voy el domingo por la tarde! quiero decir... nos vamos; algo me decía que podía contarte mi secreto y lo entenderías, sabes...Antes de que me encerraran, nunca me había pasado esto, me crees verdad?
y se abalanzó sobre él, besándole en la boca, sin que él le respondiera demasiado entusiasmado.
Carlos, no le hizo demasiado caso y le quitó el revólver, para comprobar que seguía sin balas y dio gracias a Dios de que no hubiera tenido tiempo de llenar el cargador, como pensaba hacer tan sólo hacía unas horas; tras inspecionar la pistola, la vuelve a guardar en la guantera, mientras deja que ella siga entretenida con los papeles.
Cierto que no sabía mucho de enfermedades mentales, pero pensaba que lo mejor en estos casos, era seguirles la corriente; le venda el pie torpemente y la obliga a tomarse un neurofren, que ella traga sin rechistar.
Mira de nuevo el reloj, y comprueba que ya son las 8 de la tarde; cuando entró en la farmacia, aprovechó para anular la reserva del hotel, y calcula que si se pone en marcha, en cuanto coman algo; llegarán a Asturias en 5 horas; nunca había estado allí, pero serían unos 500 km más o menos.
Catalina, cambia el semblante, cuando observa como él coloca el gps, le echa una mirada rápida y vuelve a guardar ordenadamente los documentos en la guantera.
-No sabes llegar al hotel? - pregunta ella irónica?
-sabes, estoy pensando, que este fín de semana va a a ser muy lluvioso, nos vamos a tu tierra; dicen que este verano está siendo muy caluroso allí; así de paso verás a tu madre y nos bañaremos en el mar, no dices siempre, que Gijón tiene muchas playas, pues eso...
Ella siente que se le encoge el estómago, mientras le escucha, y se pregunta que le está rondando por la cabeza.
-Pero... Hoy es viernes, apenas nos dará tiempo coger el avión el domingo, y todo será muy apurado, yo no quiero ir; prefiero quedarme en Madrid y aprovechar para ir de compras mañana.
-Ah, pero no te ibas a morir hoy? - concluye él, con una sonrisa no exenta de cierto sarcasmo.
En realidad Carlos nunca había sentido tanta lástima por nadie, como en aquellos momentos, en que la contemplaba totalmente indefensa, y atrapada en un mundo de fantasías que la estaba destruyendo, y alejándola cada vez más de él; ahora recordaba más que nunca las palabras que siempre le decía su madre, cuando él no sabía que hacer y acudía en su busca, para que le aconsejara; "cuando te veas al borde de un precipicio, no te quedes mirando el abismo y huye lo más lejos que puedas de allí".
No pensaba dejarla tirada, pero toda la magia, se estaba disipando por momentos, tenía que hablar con su madre, con su familia; era inhumano tener a una persona en la cárcel en esas condiciones y de ninguna manera pensaba dejar que huyera; ya no sabía si la amaba o simplemente había estado enganchado a ella, porqué allí dentro la veía más fuerte que él; autosuficiente y altiva, capaz de manipular cualquier situación a su favor, siempre con el viento a su favor...
Tenía que parar en una estación de servicio, para repostar y divisó desde lejos un restaurante que estaba al lado, miró a Catalina y se dió cuenta que tenía el rostro empapado en lágrimas; en otras circunstancias, la hubiera consolado y abrazado, pero ahora le faltaban fuerzas para eso; se sentía cansado y sólo deseaba parar a comer algo y continuar el viaje; así que hizo como si no lo hubiera notado. Estaba a punto de aminorar la velocidad para pillar una curva muy cerrada que se le venía encima, cuando Catalina, en un movimiento casi de barrido, dió un volantazo tan brusco que Carlos apenas pudo alcanzar a ver su cabeza, estampada contra la luna delantera; no llevaba cinturón y el impacto había sido brutal.
El pronuncia su nombre una y otra vez, y le seca la sangre que le brota de la frente, con su camiseta; a la vez que le desincrusta con cuidado los diminutos cristales que se han clavado en su cara; pero sólo oye a lo lejos, ruidos de sirenas, mucho ruído, que no le deja saber si todavía respira...
Cuando lo encontraron, estaba tan pegado a ella, que se necesitaron tres auxiliares del Samur para apartarlo; y el reloj de Carlos, que incomprensiblemente no se había roto ni parado, marcaba las 8.30 de la tarde.
FIN
No obstante, esto había despertado en ella, un afecto intrínsico por su compañera, y aunque las dos chicas no eran amigas, ninguna se molestaba y la convivencia entre las dos, había sido pacífica.
Catalina se incorpora deprisa, en cuanto escucha la megafonía, aparta la maleta de la cama y se calza las sandalias abotinadas, que Miguel le había regalado cuando eran novios, y que eran los únicos zapatos bonitos que se había traído; los mismos que llevaba el día del juicio, cuando un juez, ya entrado en años, la había condenado a 4, por acabar con un tipo, que casualmente, era el hermano díscolo de un importante hombre de negocios, y que poseía la cadena de restaurantes, más importantes de Gijón; "homicidio involuntario", - dijo él, con voz ronca y estridente, fíjándole 80.000 euros de fianza, algo inusual en este tipo de delitos; mientras ella de pie, escuchaba la sentencia, apartando de sí, el brazo del hombro, que el inútil abogado de oficio, le había colocado con gesto severo y consternado.
Cuando Catalina entró pror primera vez en Alcalá Meco, lo hizo convencida, de que era culpable, y de que cualquier otra chica sólamente le hubiera herido, porqué cuando el prestigioso abogado de la acusación, la acribilló a preguntas acerca de la trayectoria del cuchillo, ella se había bloqueado, y sólamente pudo recordar el olor de la sangre; algo en su interior le decía que no debía delatar que la habían dirigido el cuchillo al corazón, porqué no la creerían, y por otro lado, nunca nadie, la había obligado a hacer algo en contra de su voluntad; así que se quedó hecha un lío y permaneció callada, sin poder defenderse ni saber que contestar.
Su mirada se cruza largamente con la de Celia, y las dos se sonríen por primera vez, después Catalina desarma el móvil, y se queda sólamente con la tarjeta, escondiendo el resto en el interior del viejo colchón de su cama; se acerca a su compañera, que permanece con la mirada baja, desde que la vió maniobrar con el teléfono; y le coloca en la palma de su mano, el reloj que no había dejado de controlar desde hacía horas; vuelven a mirarse por última vez y sin decirse nada, Catalina, recoge sus cosas y espera los últimos segundos al lado de la puerta.
Cuando los últimos portones de la fortaleza se abren, ella, suelta presurosa la maleta y el bolso en la hierba, y respira.. Extiende sus brazos a la naturaleza, y disfruta de la belleza que deja en el paisaje, un día lluvioso como aquel.
Después, camina despacio hasta la arboleda; la lluvia ha amainado; apenas se ve a gente paseando por el parque; y ella se viste su cazadora vaquera, porqué la tarde se ha quedado fría, y el vello de los brazos, se le está empezando a erizar; apenas acaba de encender un cigarrillo, cuando se queda inmóvil, ante la visión a lo lejos de un jóven, que pasea dos perros, que le quedan casi a la altura de la cintura ; no acierta desde tanta distancia, a percibir de que raza son, pero las correas son muy largas, los ve avanzar velozmente hacia ella; y el miedo la vuelve a paralizar, al igual que aquel fatídico día que cambió su vida; sabe que de un momento a otro se soltarán de su dueño y la alcanzarán.
Desesperada cambia de dirección y comienza a correr raudamente, pero los tacones son muy altos, y se cae al suelo, retorciéndose el pie izquierdo; mientras se lo masajea, nota que está empezando a dolerle intensamente; levanta la cabeza y se da cuenta que los perros ya no están, mira a su alrededor, pero ni rastro de ellos, aliviada, y sin levantarse del suelo, enciende otro cigarrillo y respira jadeante, mientras el corazón bombea más deprisa de lo normal.
Se incorpora como puede, y cojeando está a punto de llegar a la arboleda, calcula que más o menos serán las 5:30 de la tarde, y Carlos debería ya estar esperándola, pero no dislumbra ningún peugeot aparcado por allí; se dá cuenta que durante todo este tiempo, en que dejó atrás el recinto carcelario, ha estado sola; piensa que tal vez ellas, se han quedado encerradas dentro, con Celia; porqué ha estado muerta de miedo y no las ha visto, a ninguna de ellas, ni siquiera a la que dirige siempre sus movimientos; así que poco a poco se tranquiliza, pero el dolor del pie cada vez es más vehemente, y ni siquiera tiene un teléfono; ha estado a punto de sacarlo desarmado, pero era demasiado arriesgado, así que sólo tiene la tarjeta, escondida en el forro de su chaqueta; al fín y al cabo le han cacheado todo antes de salir, y la jodida talibana, le ha dejado la maleta hecha un cisco, y le ha arrugado toda la ropa, que ella se molestó tanto en doblar.
Sabe que si no se sienta pronto, será el dolor, lo que la acabe por tumbar; pero el único banco que hay allí, ve que está ocupado por un anciano, de aspecto muy cansado, abstraído en la lectura de un libro raído y amarillento, que parece tan viejo como él. Catalina se acerca muy despacio, y se sienta sin decir nada, necesitaría estirarse, pero él está sentado justo en el medio, y parece no haberse percatado de que tiene compañía. Ella tímidamente le pide que por favor se aparte un poco, porqué se está muriendo de dolor, pero él no le contesta y continua leyendo el libro fíjamente, y sin cambiar de página.
Desconcertada, le palpa enérgicamente el hombro, -oiga! es que no me ha oído, me podría prestar su móvil? -sólo necesito hacer una llamada... Catalina se dá cuenta que la piel del anciano está muy fría, porqué al tocarle, sus dedos rozaron su cuello, y su mano se había quedado gélida también.
Con un gesto de puro terror en su cara, se levanta del banco con el pie en alto y sin dejar de mirarle; pero él continua inmerso en la lectura, sin parpadear...
Carlos tiene el cuello hecho polvo; el impacto que le produjo el repentino frenazo, casi le impide ladearlo con soltura, cuando contempla a la gigantesca ardilla, que yace en en el suelo, -joder!! vocifera golpeando con furia la parte delantera de su coche; él creía que ese tipo de bichos, sólo rondaban la Moraleja... Pero se siente aliviado, al comprobar que no había atropellado a ninguna persona, respira hondo, y hurga en la cazadora en busca de un cigarrillo, que se fuma de pie, apoyado en el capot de su coche, y disfrutando cada calada; pero cuando se percata de que son casi las 6 de la tarde, apaga bruscamente el cigarro y llama durante 5 minutos largos al móvil de Catalina, pero, "que el teléfono está desconectado o fuera de cobertura", es lo único que escucha; seguramente ella, por una vez le ha hecho caso y lo ha escondido, como él le dijo.
Ya en el coche, pisa el acelerador más de lo prudente, debe de hacer una hora al menos, que ella salió y le preocupa, que no se haya puesto en contacto con él desde ningún teléfono; se consuela pensando lo difícil que es encontrar una cabina activa en Alcala de Henares, pero podría haberle llamado desde cualquier cafetería; cree que no tiene excusa, porqué le había dejado dinero suficiente, y juzga lo poco considerada que es, cuando no se trata de si misma; sigue conduciendo muy serio, y pisando cada vez más fuerte, mientras se plantea por primera vez, si vale la pena dejarlo todo por ella; y que si al fin y al cabo no está siendo un guiñapo, dominado por una mujer caprichosa, que le ha vuelto loco, y ha puesto su vida patas arriba, o quizás su vida, ya era una mierda antes de conocerla, y sólo adquirió sentido a su lado; se acabaría algún día, como ocurrió con Marta? pero no, ella no era su mujer; era ingenua y procaz, cercana y distante, era todo a la vez... Aminora un poco, porqué el velocímetro ya marca 150, se ha disparado demasiado, mientras él hacía sus cábalas, y apenas puede ya ver la carretera.
Pero escucha el sonido del móvil, y lo agarra con ansiedad, como si ninguna duda tuviera sobre ella, y deseando sólo oir su voz, cambia el gesto de su cara cuando escucha la de Marta, que sin mostrar ningún tipo de emoción al otro lado del auricular, le comunica que se marcha unos días con los niños a casa de su padre, y que ya hablarán a su vuelta; el descuelga el teléfono sin contestarle, y vuelve a mirar el reloj, son las 6:15 y queda sólo un kilómetro para llegar a la arboleda, se seca el sudor de su frente con un clinex y continúa...
Quién eres? -grita Catalina, reclinada en el borde del banco, y sin atreverse a volver a tocar al anciano; repara por primera vez, en la carátula del arcano libro, que anuncia en enormes letras bermellón, una palabra que no acierta a distinguir, por la inclinación del mismo; estira su mano para poder verla, sin que la figura que lo sostiene haga ningún ademán de impedírselo; "muere" alcanza a leer, casi en estado de shock. Ahora se da cuenta que en realidad no está sóla y que todo es una señal; se toca repulsivamente su vestido negro, mientras las escucha reírse desde su interior a carcajada limpia, y se da cuenta que la han vencido.
Cuando Carlos la encuentra tumbada a la larga en el banco, su pie ya se le está empezando a hinchar, y a él, le cuesta quitarle el zapato, por la forma abotinada del talón; que se ha adherido totalmente a su piel, pero ella ya no siente dolor, y sólo repite una y otra vez; que le diga al viejo que se aparte, que necesita descansar.
- viejo, que viejo, cariño? aquí no hay nadie, sólo estás tú.
- Es que no lo ves? tócale, está muy frío, no me deja estirar el pie.
Él la coge en brazos, sin comprender lo que está pasando, cuando se le acerca un chico de uno 18 años, con pinta de macarrilla, que ya llevaba rato observándola.
- Esta tía está pirada, lleva media hora, hablando sóla con el banco y haciendo cosas raras con las manos; para mí que la han soltado del talego y se ha pasado con el chute...
Carlos le mira de reojo, mostrando una ligera aversión, y se encamina con Catalina en brazos hacia el coche; pero en el último momento, se vuelve hacia al chico, que ahora está sentado en el banco, liándose un canuto.
-Oye, cuánto tiempo llevas aquí?
- pues yo ya estaba, cuando ella llegó con el subidón.
-Pero no había nadie más?
-ya te digo que no, y yo flipando con ella, hasta que llegaste tú, y la pillaste en pleno bajón...
-Y no se te ocurrió ayudarla, sólo mirar como un lmbécil?
-oye, que ésta no es mi movida, paso de estas colgadas que no saben meterse... Ah y llévate estos trastos, han venido con ella.
Carlos recoge la pequeña maleta y el bolso amochilado que están en el suelo, a los pies del banco, y contunúa su camino; dando por concluído lo que ya se estaba pareciendo a un diálogo de besugos.
Si había alguna cosa por la que Catalina no había mostrado ningún interés, al menos desde que él la conocía, eran las drogas; tenía todo tipo de caprichos absurdos, sobre todo para alguien que estaba encerrado y no podía disfrutarlos; pero jamás le había pedido, ni tan siquiera una pastilla; por eso el deconcierto de Carlos aumentaba, a medida que se acercaba a Madrid. Las únicas marcas que tenían sus brazos, eran las de un tatuaje en la muñeca izquierda, un pequeño trébol de 4 hojas, de un verde intenso, que según le dijo ella, se había hecho hace años para que le trajera suerte.
Son casi las 7.30, calcula que en media hora más o menos llegarán a la capital; había reservado una habitación en La Gran Vía, porqué era la zona que más le gustaba a Catalina; desde que hacia años, se empeñó en conocer Madrid, y se pasó una semana en un hostal precioso, que antaño había sido escenario de actores y gente de la farándula.
En los últimos tiempos, Carlos cada día la encontraba más rara, y obstinada; pero ahora se había pasado con sus majaderías, y él estaba verdaderamente furioso; ella permanecía en silencio, estirada, en el asiento de atrás del coche, con los ojos muy abiertos, y él sentía tentaciones de dejarla en cualquier lado e irse a su casa; para poder al menos dormir un poco y pensar, sobre todo pensar...
No se habían cruzado palabra desde que la subió en el coche, y él decide romper el hielo de una vez.
-Cata, cómo te hiciste daño en el pie, te caíste?
Ella, tarda unos 3 minutos en contestar, y cuando lo hace, su voz suena hueca, y distante.
-Me caí, si, me caí, porqué unos perros me persiguieron y casi me devoran.
-No digas chorradas, a nadie se le ocurre dejar perros sueltos por ahí, otra de tus memeces, y ahora qué, te dedicas a hablar sóla, cuando te aburres, no...
-Eres un imbécil, no me hubiera encontrado al viejo, si hubieras sido puntual, claro ya sé, alguno de tus mocosos, te necesitaba no?, todo menos llegar a la hora.
-Si vuelves a insultar a mis hijos, te bajo del coche y te dejo tirada en la cuneta, que es lo que te mereces.
Carlos, no sabe porqué ella, le está despertando tanta violencia de repente; intenta controlar la situación, conteniéndose un poco; ya que Catalina, se ha quedado callada, y no le ha contestado nada.
-Mira, pararemos aquí, hay una farmacia y necesitas vendar el pie.
-Cuando podré irme? inquiere Catalina, que ha suavizado también el tono de voz
-Porqué eres tan mentirosa? no existe ningún viejo, siempre te estás inventando historias.
Carlos aparca en un espacio bastante reducido que encuentra al lado de la farmacia, haciendo piruetas para no rozar el coche que está delante.
Catalina, medita un momento si contarle lo de las otras, o dejar que sigan en el anonimato...
-Qué pasa, no dices nada? a qué vienen tantas bobadas, no puedes esperar media hora, sentada, como hacen las personas, sin dar la nota?
-es que lo han mandado ellas, estoy segura...
-Ellas quiénes, de qué hablas?
-bueno, en realidad ha sido ella, las otras, sólo aparecíeron en la sala bis, me han utilizado para poder estar contigo, pero es ella la que manda.
-Ellas, ella!! de que coño estás hablando? qué quieres ahora, otra escenita para conseguir algo no?
-voy a morir, y va a ser hoy, me lo ha dicho él, estaba leyendo un libro todo raído, y aparecía escrito en la carátula.
Carlos la mira desconcertado, sin dar crédito a lo que está oyendo, recordando como habían sido sus últimos encuentros sexuales, casi al límite; y se da cuenta que la cosa es más seria de lo que creía, y que ha perdido totalmente la razón; se odia a si mismo por haber sido tan duro con ella, y le acaricia el pelo suavemente, sin volver a llevarle la contraria.
-Bien, ellas no están ahora, así que tranquila; voy a entrar un momento y comprarte algo para el pie, tu espera y no te muevas de aquí.
-Ya... Pero no tardes, si me ven sóla, volverán...
Cuando Carlos regresa con las vendas y los analgésicos, Catalina ya se había acomodado en el asiento de alante, y había abierto la guantera, y revisado todos los documentos; tenía la pistola colocada en su regazo, y sus ojos habían vuelto a brillar...
-Sabía que no me fallarías! así que me voy el domingo por la tarde! quiero decir... nos vamos; algo me decía que podía contarte mi secreto y lo entenderías, sabes...Antes de que me encerraran, nunca me había pasado esto, me crees verdad?
y se abalanzó sobre él, besándole en la boca, sin que él le respondiera demasiado entusiasmado.
Carlos, no le hizo demasiado caso y le quitó el revólver, para comprobar que seguía sin balas y dio gracias a Dios de que no hubiera tenido tiempo de llenar el cargador, como pensaba hacer tan sólo hacía unas horas; tras inspecionar la pistola, la vuelve a guardar en la guantera, mientras deja que ella siga entretenida con los papeles.
Cierto que no sabía mucho de enfermedades mentales, pero pensaba que lo mejor en estos casos, era seguirles la corriente; le venda el pie torpemente y la obliga a tomarse un neurofren, que ella traga sin rechistar.
Mira de nuevo el reloj, y comprueba que ya son las 8 de la tarde; cuando entró en la farmacia, aprovechó para anular la reserva del hotel, y calcula que si se pone en marcha, en cuanto coman algo; llegarán a Asturias en 5 horas; nunca había estado allí, pero serían unos 500 km más o menos.
Catalina, cambia el semblante, cuando observa como él coloca el gps, le echa una mirada rápida y vuelve a guardar ordenadamente los documentos en la guantera.
-No sabes llegar al hotel? - pregunta ella irónica?
-sabes, estoy pensando, que este fín de semana va a a ser muy lluvioso, nos vamos a tu tierra; dicen que este verano está siendo muy caluroso allí; así de paso verás a tu madre y nos bañaremos en el mar, no dices siempre, que Gijón tiene muchas playas, pues eso...
Ella siente que se le encoge el estómago, mientras le escucha, y se pregunta que le está rondando por la cabeza.
-Pero... Hoy es viernes, apenas nos dará tiempo coger el avión el domingo, y todo será muy apurado, yo no quiero ir; prefiero quedarme en Madrid y aprovechar para ir de compras mañana.
-Ah, pero no te ibas a morir hoy? - concluye él, con una sonrisa no exenta de cierto sarcasmo.
En realidad Carlos nunca había sentido tanta lástima por nadie, como en aquellos momentos, en que la contemplaba totalmente indefensa, y atrapada en un mundo de fantasías que la estaba destruyendo, y alejándola cada vez más de él; ahora recordaba más que nunca las palabras que siempre le decía su madre, cuando él no sabía que hacer y acudía en su busca, para que le aconsejara; "cuando te veas al borde de un precipicio, no te quedes mirando el abismo y huye lo más lejos que puedas de allí".
No pensaba dejarla tirada, pero toda la magia, se estaba disipando por momentos, tenía que hablar con su madre, con su familia; era inhumano tener a una persona en la cárcel en esas condiciones y de ninguna manera pensaba dejar que huyera; ya no sabía si la amaba o simplemente había estado enganchado a ella, porqué allí dentro la veía más fuerte que él; autosuficiente y altiva, capaz de manipular cualquier situación a su favor, siempre con el viento a su favor...
Tenía que parar en una estación de servicio, para repostar y divisó desde lejos un restaurante que estaba al lado, miró a Catalina y se dió cuenta que tenía el rostro empapado en lágrimas; en otras circunstancias, la hubiera consolado y abrazado, pero ahora le faltaban fuerzas para eso; se sentía cansado y sólo deseaba parar a comer algo y continuar el viaje; así que hizo como si no lo hubiera notado. Estaba a punto de aminorar la velocidad para pillar una curva muy cerrada que se le venía encima, cuando Catalina, en un movimiento casi de barrido, dió un volantazo tan brusco que Carlos apenas pudo alcanzar a ver su cabeza, estampada contra la luna delantera; no llevaba cinturón y el impacto había sido brutal.
El pronuncia su nombre una y otra vez, y le seca la sangre que le brota de la frente, con su camiseta; a la vez que le desincrusta con cuidado los diminutos cristales que se han clavado en su cara; pero sólo oye a lo lejos, ruidos de sirenas, mucho ruído, que no le deja saber si todavía respira...
Cuando lo encontraron, estaba tan pegado a ella, que se necesitaron tres auxiliares del Samur para apartarlo; y el reloj de Carlos, que incomprensiblemente no se había roto ni parado, marcaba las 8.30 de la tarde.
FIN
10 comentarios:
Hola chula comprendido eh.
Siento no haberte comentado la semana pasada. Pero no fue culpa mía. Así que aquí temina Caralina, hubiera preferido que no la mataras, pero igual tenía que ser así
todo espectacular como tú, ni que decir tiene, que te gustan los coches, vaya tensión que me has hecho pasar, ah ni se te ocurra ir a 150 por esa carretera vale!
un beso muy grande para ti, y disfruta las vacaciones.
hola bea!
Esto ha sido muy fuerte, fuertísimo. el distanciamiento entre los dos, antes de morir ella, me ha encogido el alma, ni se como expresarte lo que sentí cuanado lo leía, todas estas semanaas me parecia manipuladora. pero de demonio nada, ahora lo tengo claro.
Muy bien reflejada la enfermedad señorita experta.
Gracias a ti por ser como eres y por acordarte de mi, pero yo poco te puedo ayudar, jajaja!
Disfruta de esos parajes tan hermosos y de esas montañas; preciosas las fotos, menudo verano que te estáas dando bonita!
Todos los besos del mundo para ti y mucho sol!
HOLA!!!!!!!
Y bueno....esa dedicacion es como una medalla que se lleva en la solapa con orgullo.Mil y mil gracias por esas palabras. Me siento mas enorme que el empire state!!!!
Y sobre catalina, pues que mas decir. Mis felicitaciones por terminar una historia tan impecablemente escrita. Me siento absolutamente eemocionado de ver que terminaste de escribirlo!!!! Ya hay un registro de tu paso por el mundo para siempre, porque los libros son para siempre. Futuras generaciones en tu familia y demas, dentro de muchos años, sabran que existio en su arbol genealogico una betariz que escribio la hitoria de Catalina!!!
Espero que te sientas satisfecha y orgullosa de haber escrito algo asi. Es muy enorme de verdad. Yo aconsejo que le hagas una caratula asi bien bonita y empastes tu libro!!! Una buena cubierta, bien impreso. Que felicidad!!Que bien terminaste la historia. Esta perfecta. Es como un film. Algun dia lo sera, ya veras...
Me da cierta tristeza saber que no hay mas catalina. Ya me habia acostumbrado a ella. Era como una tercera persona que estaba alli, cuando leia el blog, pero bueno....
Sin mas ni mas, quedo en espera de proximas historias y tengo mucha curiosidad. YA TERMINASTE LA HISTORIA, YA LA LEISTE TODA DE NUEVO...QUE SIENTES????
QUE PIENSAS DE LO QUE LOGRASTE???
UN ABRAZO, UN BESO Y LA ENERGIA DE SIEMPRE
STAROSTA
(UN PRODUCTO DE TU IMAGINACION)
hoala bea, te felicito de verdad, que bonito! que triste tambien
cuantos matices Catalina, me ha impresionado el final, despues de tantsa tensión..
ha sido increible, la progresión, el reloj, como el cambia cuando se da cuenta que ella no está bien, no sé, todo me ha marcado! y lo has conseguido tu, enseñándonos una mujer com Catalina, si tambien creo que se deberia hacer una peli, hasta se me ocurre una acrtiz para el papel.
hablamos despues de las vacaciones, pásatelo bien, ahi quería haber estado yo claro!
muchos besos, felicidades!
Hola betyna
también yo, estoy un poco triste que se hay terminado, pero tu siempre dices que las cosas emiezan y acaban. Así que le llegó.
he tenido que volver a leer la historia desde el principio y te ha quedado bordado,como esas historias que marcan y no se olvidan.
el final impactante, muy desarrollado todo y esos momentos hasta que ella decide acabar con todo harta ya de tanta incomprension, y la enfermedad de por medio, tan bien explicada ya desde capitulos atrás.
que mas decirte bet, solo que felicidades, muy bonita la dedicatoria y todo en fin! catalina se lo merece...
besitos y pasalo de muerte que te lo mereces.
bellísimo todo!
escribes lindisimo y que linda tu tambien
desde Buenos Aires muchos cariños!
ha pasado todo un dia , y yo aburrido con el ordenador, he mirado una y otra vez en tu blog y no habias colgado nada, me pensaba que si, pero no quería marcharme sin dejarte algo, repasé todo el repertorio de sabina que tanto te gusta y no encontre una cancion que te vaya mejor.
para ti nena y para tus ojos de gata.
fue en un pueblo con mar
una noche, despues de un concierto
tu reinabas detrás
de la barra del único bar
que vimos abierto
cántame una canción al oido
y te pongo un cubata
con una condición
que me dejes abierto el balcón
de tus ojos de gata.
un abrazo bety.
RAUl
Hola! aburrido todo el día con el oredenador... que pasa que en tu curro no dais palo al agua no!
ya decía yo que muchas visitas tenía últimamente; ya entiendo, eras tú, que cuando te aburres vienes, yo encantada eh, pero no de momento no hay nada todavía...
lo siento.
y gracias!!
muy bonita la cancion de Sabina, y de los secretos también. Me encanta"ojos de gata" ya me arreglaste el dia;ahora ya, ni me los pinto, total son de gata.
besos!!
torquemada:
me gusto mucho el relato y disfrute leyendolo,posees una gran narrativa, el unico pero que le pongo es obsesion negativa y el concepto que tienes de los fachas y la guardia civil, los cuales realizan una honrosa labor,por que en esta sociedad llena de qinquis y maleantes si hay que torturar se tortura.besos y abrazos
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